Amor callado

Hay días que son más difíciles que otros, el de hoy será uno de los malos, a pesar de que mi vida no ha sido un camino de rosas no se me antoja nada más difícil que a lo que tendré que hacer frente hoy. Maldita la hora en la que encontré las cartas y maldita la hora en la que las leí. Siento frío a pesar de que la calefacción está alta. Saco un pañuelo grande del bolso y me lo echo por los hombros. Enciendo el ordenador y evito mirar alrededor aunque estoy sola, porque  no quiero ver su mesa y esa foto donde estamos con los compañeros en una fiesta de cumpleaños, las manos cogiendo nuestras cinturas y sus labios estampando un beso en mi mejilla mientras sonreímos felices. Hoy no habrá confidencias en la sala de descanso y tampoco risas en el cuarto de baño mientras fumamos sacando la cabeza por la ventana y espantamos el humo con las manos, ya no veré más ese tic involuntario que le hace levantar la ceja cuando no está de acuerdo en algo conmigo y no quiere decírmelo, ya no más provocaciones, esas que todavía no he aprendido a diferenciar y  no sé cuándo habla en serio o cuándo se está riendo de mí. Se acabarán las risas cómplices y esa manera de entendernos solo con mirarnos porque no quiero hacerle daño.

Hoy hace un año y siete días que no bebo. Nada. Ni una gota. Ser ex alcohólica es muy duro, casi más que ser una alcohólica. Porque cuando estás borracha no te importa nada, ni las miradas de la gente que te quiere ni tampoco las de las que te desprecian por cómo eres porque no te quieren. Nos conocimos en la clínica de desintoxicación, al principio no quería escuchar lo que me decía, no es lo mismo ser la borracha que la persona que va a intentar que dejes de serlo. Después fue mi tabla de salvación, me ha recogido de sitios inmundos y se ha metido conmigo en la ducha para quitarme la ropa llena de vómito y lavarme el cuerpo y el alma intentando que la vergüenza se fuera por el desagüe.  No entiendo cómo no me he dado cuenta de lo evidente. Si no hubiera sido por el comentario hecho con malicia de un compañero no hubiera descubierto lo que ahora me parece tan obvio.

Ahora entiendo esas miradas, esa manera de ponerse siempre de mi lado cuando tengo algún problema con la jefa, el café de cada día como a mí me gusta fuerte y caliente y que nadie le parezca lo suficientemente bueno para mí. Desde hace un tiempo me parece que no es feliz del todo, le pregunté que si se arrepentía de haber dejado su trabajo en la clínica para trabajar en un despacho, me dijo que no, que es muy duro ver cómo las personas se empeñan en destrozar sus vidas y la mayoría de las veces no poder hacer nada. No podía imaginar que el aura de tristeza que tiene alrededor fuera a causa de un amor callado.

Escucho pasos y antes de que llegue a mi mesa llega su olor, ese que conozco tan bien, y desearía que las cosas fueran diferentes, porque no hay nada que me gustaría más que devolverle todo lo que me ha dado. Se sienta a mi lado y en sus ojos veo deseo y yo bajo los míos porque no puedo mirarlos sin sentir pena.

—¿Cómo estás?

—Bien — digo, aunque no es verdad —¿y tú?

—Si tú estás bien yo estoy bien.

Nunca la palabra bien me pareció más mentira que al escucharla hoy. Porque no se puede estar bien cuando estás al lado de una persona a la que te mueres por besar y con la que querrías pasar el resto de tu vida y no puedes, como tampoco puedes estarlo cuando para ti esa persona lo significa todo menos lo que ella querría. Es temprano y todavía no ha llegado nadie, no sé por qué ha venido tan pronto, es como si supiera que he leído lo que lleva escrito en el corazón y ha plasmado en el papel. Saco las cartas del bolso. Las arrastro por encima de la mesa hasta dejarlas delante de sus manos que juguetean nerviosas con un clip. Si se sorprende al verlas no lo demuestra y ahora pienso que las dejó a la vista adrede. En cada carta su letra pequeña y pulcra  describe lo que siente y sé que nunca, por muchos años que viva y muchos amores que tenga, nadie me va a querer de esa manera. Por un momento pienso que podría dejarme llevar, pero es solo un momento nos merecemos ser felices y no lo seríamos. Me gustaría poder sentir el tipo de amor que siente por mí, pero no puedo, qué difícil estar aquí sentada mirando unos ojos que suplican y devolverle un no en los míos.

No sé por qué la vida se empeña una y otra vez en ponerme a prueba, ahora era feliz, todo lo feliz que se puede ser cuando has sido una adicta y tienes que andar con pies de plomo para no volver a caer en la tentación. ¿Cómo podré superar que nos separemos y que no nos veamos más? Porque no hay más opciones, sería egoísta por mi parte querer seguir como hasta ahora mirando hacia otro lado. Sé que no intentaría propasarse conmigo, pero yo no sería la misma. Evitaría esos abrazos que tanto me reconfortan y mediría mis palabras y mis actos.

Me desarma la forma en que me mira, no sé qué decir y solo puedo poner mis manos encima de las suyas, aunque las retiro enseguida porque me parece que le estoy dando limosna de amores como dice la canción. Porque lo nuestro no puede ser, es imposible. No quiero causarle dolor por eso le digo que me iré, tengo que desaparecer de su vida. Hablo de prisa sin pensar lo que digo, repito que me iré todo el tiempo, como si mi vida dependiera de irme o quedarme. Pone su mano en mi boca haciendo que me calle y me dice que no hace falta que me vaya porque se va a vivir fuera, <<lejos, bien lejos>> dice bajito, como si así fuera un poco menos verdad. Trabajará de lo suyo, lo que le gusta de verdad porque solo soportaba este trabajo por estar cerca de mí. Maldigo haber estado tan ciega porque hubiera sido más comedida en mis muestras de afecto, tantos besos y abrazos que le di, me los hubiera guardado para mí.

Se levanta y tira de su falda que se ha quedado enganchada en el cajón roto de mi mesa. Nos abrazamos y aspiro su perfume para no olvidarlo nunca. Al separarnos limpio el rímel que se le ha corrido a causa de las lágrimas y ella me dice que siente haber manchado mi blusa con el pintalabios. Me coge la cara con las dos manos y me dice que me quiere y que me desea lo mejor, que me va a extrañar mucho y que cuando me olvide me llamará. Esto último me parece la frase más triste del mundo. No sé por qué lo hago, pero me acerco y la beso en los labios, es un beso casto un simple roce del que ella se retira como si mi boca fuera de fuego y enseguida me arrepiento de haber sido tan torpe. No hablamos más, se va y pienso que la última imagen que tendré de ella es esta, caminado como si llevara un peso enorme en su espalda y mirando al suelo, como si temiera desviarse del camino. Su falda de vuelo se mueve al compás de sus pasos de un lado a otro como si quisieran barrer lo que deja atrás. Ella que es coraje y fuerza se va derrotada y no soporto verla tan triste porque esta no es la mujer alocada y alegre que conozco y me siento culpable a pesar de no tener la culpa de nada, porque en los sentimientos no se puede mandar y por primera vez después de un año mataría por una copa.

 

 

 

 

 

 

10 comentarios en “Amor callado

  1. Mary orta dijo:

    Un relato cargado de muchas emociones… podría ser la vida de cualquier persona, tú la haces nuestra… desde el principio hasta el final. Me gusta muchísimo cómo escribes Pili.

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